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Posted by : Candy Zapata
Os voy a contar una historia que me contó un conductor de autobús urbano que me entristeció un montón.
Rebeca era viuda, su esposo Nicolás le había dejado una empresa floreciente y muy reconocida dedicada a la industria del textil aquí en Madrid, que era manejada a partir de aquel momento por su hijo y sus tres nietos. Al morir su marido, Rebeca entró en un estado depresivo que la mantuvo durante casi tres o cuatro años alejada de las decisiones de la empresa familiar.
Con el transcurrir del tiempo y con mucho apoyo psicológico, fue superando lentamente la perdida de Nicolás. Pero fue relevada de las reuniones en la empresa y la familia comenzó a decirle que las cosas no funcionaban bien y que debían vender algunos activos y bienes.

El domicilio donde cogía el autobús era una parada cerca de la casa de una amiga que la alojaba provisionalmente hasta que ella encontrara una ubicación adecuada. Cuando iba montada en el autobús todos los pasajeros se daban cuenta de sus lágrimas que al pasar por la esquina de la fábrica familiar que en su momento habría sido muy importante, pero ahora se encontraba cerrada, abandonada, semi-derruida y con los muros y las cortinas metálicas herrumbradas, pintadas con graffitis.
Al ver aquel espectáculo tan deprimente y desolador de lo que había sido la floreciente empresa de su esposo rompió en llanto y con la voz entrecortada me pidió que por favor parase el autobús que se quería bajar; sus ojos no podían contemplar ese escenario. Así fue como la conocí.
Después de aquella primera vez, volvimos a encontrarnos para otros viajes, estableciéndose entre nosotros un hermoso sentimiento de amistad; en la actualidad, Rebeca, se encuentra viviendo en una residencia geriátrica en una localidad cercana a Madrid.

En todos estos años no hemos vuelto a conversar sobre su familia residente en el exterior, que nunca fue a visitarla a la residencia donde vive acompañada por otras personas mayores que comparten sus historias personales a la espera de un futuro incierto.
Como se darán cuenta no siempre las historias de un conductor de autobús tienen un final brillante, pero todo esto forma parte de la vida, que es blanca, negra y con claroscuros. Así es la vida y tenemos que asumirla como es.
Hasta el próximo encuentro.