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  • Posted by : Candy Zapata

    Cuando yo iba al colegio, en mi caso Duque de Rivas, ahora Carmona Sosa,   hemos estudiado cómo eran las cosas hace muchos años. Creo que además todos y todas más de una vez  hemos preguntado a nuestros abuelos y abuelas cómo eran sus juegos y sus escuelas cuando ellos eran niños. Nos han contado parte de sus recuerdos y nos hemos hecho una idea.
    Sus juegos eran jugar a las chinas, muñecas de cartón, comba y a las tabas. Este ultimo me lo conozco muy bien, siempre le ganaba a mis hermanos.

    Mi familia vivía del pastoreo del ganado. Se tiraban todo el año buscando pasto para los animales. A eso  se denomina trashumancia al desplazamiento anual de los rebaños desde las zonas altas destinadas a pastos de verano a las zonas bajas, en las que el ganado pasa el invierno.

    Cuando mi padre mataba  para poder alimentarnos nos guardaba los huesecillos de las patas de las ovejas, corderos y carneros. Con eso se jugaba a las TABAS; Se usan doce tabas para poder jugar.

    Cada taba tenía cuatro posiciones distintas, cada una de las cuales recibe un nombre distinto: “PENCA”, “CULITO”, “CORREA” y “PANZA”.

    Mis tres hermanos y yo hacíamos un corro y jugábamos por turnos . El juego consistía en cogen las doce tabas entre ambas manos y se lanzan al aire. Al caer al suelo lo hará cada una de un lado y comienza el juego. Se tira la pita  al aire y antes de recogerla, sin dejar que cayera al suelo, se cogía una taba del suelo y también la pita. Como eran 12 tabas, había que tomar 3 en cada una de las posiciones señaladas (3 en “panza”, 3 en “correa”…) y por dicho orden; en caso de que no hubiera tres en una determinada postura, se realizaba un lanzamiento para darla la vuelta, cogiéndola en el siguiente.
    Ganaba aquella participante que lograba recoger las 12 tabas. 

    Parece un juego complicado pero mi madre se entretenía y pintaba cada posición de un color, y mi hermano KisKin, el más pequeño sabía que tenia que tener tres amarillas, tres rojas.......
    Quiero terminar con una pequeña reflexón. Quien le puso esos nombres se lució. Para poder contaros esta historia he tenido que tirar de teléfono, y preguntar a mi madre,  solo me acordaba de los colores de los huesecillos.

    La pita era una piedrecita, una bellota o algo pequeño que tuviéramos en ese momento.
       

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