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Posted by : Candy Zapata
Historía ficticia de decepción de una mujer......
Me miro en el espejo y en vez de ver a una mujer de 27 años,
veo a una anciana. Soy costurera desde que tengo uso de razón. Me casé a los 18
años y a los 20 fui madre de una preciosa niña. Estoy embarazada de mi tercer
hijo. Creo que volverá a ser niña. Daría la vida por ellas. Me encantaría jugar
con mis hijas a la gallinita ciega o al escondite mientras veo cómo corretean
por mi casa. Sin embargo, la habitación en la que vivimos no nos da para
correr. Una familia de buena clase social nos alquila esta habitación por un
módico precio. Eso sí, no podemos utilizar las zonas comunes de la casa. A
veces, a través de la rendija de la puerta, escuchamos la música que emite la
radio del salón de los señoritos y nos imaginamos que estamos en grandes
eventos sociales.
Quiero salir de esta situación y darle a mis hijas una cama
propia. Me gustaría poder comprarles un pijama para que puedan dormir todas las
noches calentitas. Soy una mujer luchadora y por eso trabajo de sol a sol. Me
levanto muy temprano cada mañana para ir a la gran factoría en la que trabajo.
Anoche llegué tardísimo de trabajar, pero llegué con una sonrisa en los labios.
No solamente porque me reencontraba con mis hijas, sino porque me enteré de
algo importante. Ayer mis compañeras de trabajo me dijeron que iban a ponerse
en huelga para declarar el derecho de unirse a los sindicatos por mejores
salarios y una jornada de trabajo menos larga. ¿Una mujer metida en un
sindicato? Sí, es posible. Hoy me levanto temprano, como cada mañana, pero con
un ápice de ilusión porque veo que las cosas pueden cambiar a mejor. Puedo
darles a mis hijas un futuro mejor. Hoy es 8 de marzo de 1908 y me dispongo a
declararme en huelga.
Llego a la gran factoría con un nudo en el estómago. He
dejado a mis niñas durmiendo y no me he podido despedir de ellas, pero no
importa. Cuando vuelva a casa les contaré el gran paso que hacemos las mujeres
para cambiar este mundo machista en el que vivimos.
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Trabajadoras de Cotton Textile Factory |
Queremos igualdad y lo
vamos a conseguir. 40.000 costureras industriales nos declaramos hoy en huelga
por nuestros derechos. Me reúno con mis 128 compañeras en nuestra zona de
trabajo habitual. Hay pancartas hechas con los retales que nos sobraron de unos
vestidos que les hicimos a unas señoras de la clase alta. Yo no se leer, pero
me dicen que en ellas hay plasmados mensajes de lucha muy inspiradores. Estoy
emocionadísima. La adrenalina me recorre el cuerpo. Solamente pienso en mis
hijas y en su futuro. Es hora de salir a la calle. De pronto, nos damos cuenta.
Las puertas están cerradas con candado. Nos han encerrado. ¿Qué ocurre? ¿No podemos
manifestarnos? Huele a quemado. Empiezo a ver humo por todas partes. Por el
amor de Dios, hay que salir de aquí, ¡la fábrica está en llamas!, ¡abran las
puertas! Nadie nos escucha, nadie nos deja salir. Empiezo a tener mucho sueño.
Cada vez más. Las piernas me traicionan y caigo al suelo. Todo se oscurece. Al
fondo de la oscuridad veo una luz y me viene a la mente la imagen de dos
ángeles. Mis niñas. No pude despedirme de ellas.
Esta historia es ficticia, pero está basada en un hecho
real. El 8 de marzo de 1908, 129 trabajadoras murieron en la gran factoría
Cotton Textile Factory, en Washington Square, Nueva York. Los dueños de la
fábrica habían encerrado a las costureras para forzarlas a permanecer en el
trabajo y no unirse a la gran huelga que 40.000 costureras industriales habían
preparado para luchar por sus derechos laborales. La fábrica se incendió y, al
estar encerradas, no pudieron escapar de las llamas.
Desde entonces hemos conseguido unos derechos que las
mujeres de 1908 no hubieran creído jamás. Aún así, todavía queda mucho por lo
que luchar. Hace poco, me rechazaron de un trabajo por estar en edad de
quedarme embarazada. Se enteraron que estoy casada y sin hijos y ahí terminó la
entrevista. Si hubiese sido hombre, no me hubiesen preguntado si estoy casada y
si tengo hijos. Si hubiese sido hombre, no hubiesen tenido en cuenta esas
cuestiones. Quizás, si hubiese sido hombre, me hubiesen contratado, porque os
aseguro que era muy válida para el puesto que ofertaban.
Mujeres del mundo: No nos conformemos con lo que hemos
conseguido, porque todavía no estamos en igualdad de condiciones. Hay que
seguir luchando por nuestros propios derechos. Apostemos por un mundo
mejor y conmemoremos hoy a esas mujeres que murieron un 8 de marzo por luchar
por lo que hoy tenemos.