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Posted by : Candy Zapata
El pasado 21 de octubre se celebró en Sevilla una marcha de los
grupos de Hombres por la Igualdad para conmemorar el décimo aniversario de
aquella primera manifestación en la que muchos hombres abandonaron el silencio
y la pasividad para trabajar y comprometerse con la Igualdad y contra las
imposiciones del machismo.
Una minoría de hombres, aquellos que maltratan y matan a las
mujeres, son argumento para que el resto de los hombres no haga nada contra la
violencia de género bajo la idea de que la mayoría de los hombres no son
maltratadores y, de ese modo, dejar el problema social reducido a una cuestión
de "unos pocos". En cambio, una minoría aún más baja de mujeres,
aquellas que agreden a hombres en las relaciones de pareja o denuncian una
violencia que no ha existido (0'014%, según FGE), sí sirve de argumento para
cuestionar toda la realidad de la violencia de género y sus consecuencias. Unas
consecuencias tan objetivas que suponen que el 30% de las mujeres sufran
violencia por parte de sus parejas o exparejas (OMS, 2013), y que cada año unas
50.000 mujeres sean asesinadas por hombres en el seno de esas relaciones de
pareja (Naciones Unidas, 2013); cifras que implican que cada diez minutos, una
mujer es asesinada por violencia de género, o lo que es lo mismo, que cada diez
minutos, un hombre asesina a la mujer con la que comparte o ha compartido una
relación de pareja.
Al final, dos interpretaciones opuestas llevan a un mismo
resultado bajo la voz del machismo: una minoría de hombres y una minoría de
mujeres coinciden como razón para no hacer nada contra la violencia de género.
Que la mayoría de los hombres no sean narcotraficantes,
mafiosos o terroristas, en cambio, no es argumento para que no se luche contra
el narcotráfico, las mafias o el terrorismo, ni para que los hombres muestren
su rechazo a esas violencias que llevan a cabo "unos pocos" y pidan
más medidas y recursos para combatirlas.
La pasividad de los hombres y la distancia que toman frente
a la violencia de género y la desigualdad bajo el revestimiento de una aparente
neutralidad es una de las partes esenciales del problema, porque, además, es la
misma neutralidad y distancia que adoptan la mayoría de las instituciones, al
estar dirigidas o presididas por hombres; unos hombres que son machistas de nacimiento,
de palabra, obra u omisión.
No se puede no ser machista sin haber dejado de serlo,
puesto que la identidad masculina y la socialización de los hombres se hace a
partir de las referencias que la cultura de la desigualdad, es decir, el
machismo, ha puesto a su alcance para que además de ser hombres desde el punto
de vista biológico, lleguen a serlo desde el punto de vista social y cultural.
Nadie deja de ser machista sólo por enunciarlo, lo mismo que no se es médico,
abogado o jugador de fútbol por decirlo. Para logar esos objetivos en el ser y
en el no ser, hay que adquirir el conocimiento, la experiencia y las
referencias que caracterizan y definen cada uno de esos estados. Y para no ser
machista, los hombres tienen que desprenderse de todas aquellas ideas, valores,
creencias, mitos, prejuicios, valores... que constituyen la identidad
masculina, y que se manifiestan en multitud de ocasiones y circunstancias que
el propio machismo ha considerado normales, para que de ese modo continúen
reforzando la desigualdad que da privilegios a los hombres sin levantar crítica
alguna; más bien lo contrario, los reivindican como hombres al ser reconocidos
como tales en las conductas.
Está en marcha nada menos que una lucha por los derechos
civiles, encabezada por los jóvenes y su inagotable energía.
Es una normalidad que sólo se cuestiona desde la distancia,
cuando ya es tarde y ha sido sustituida por otros mensajes que no levantan
crítica, pero siguen reforzando al machismo. Un ejemplo cercano de esta
situación lo tenemos en los sketch de humor o en los anuncios de televisión de
hace unos años, que ahora nos parecen "machistas" cuando por aquel
entonces nos parecían normales y hasta graciosos. Y a pesar de esta
experiencia, en el momento actual ocurre una situación similar, y ahora
encontramos elementos propios del machismo en diferentes ámbitos que sólo son
criticados por quienes se acercan a ellos con una perspectiva de género, pero
dentro de unos años la mayoría que ahora calla rechazará como expresión del machismo.
Y todo ello ocurre porque la minoría de mujeres feministas y
la aún mayor minoría de los hombres que trabajan por la Igualdad, van
concienciando a la sociedad ante la pasividad y neutralidad de la mayoría de
los hombres. Pero también ante su silencio frente a los hombres que
directamente toman la palabra para continuar alimentando el odio hacia las
mujeres, al responsabilizarlas de todos los males, presentándolas en mayoría
como autoras de un delito de denuncias falsas para dañar a los hombres, o como
responsables de los suicidios de los masculinos. Todo es poco para esos hombres
con tal de que el odio hacia las mujeres siga siendo mucho.
Esa es la miseria del posmachismo, jugar con las
circunstancias creadas por el propio machismo para que la pasividad y distancia
al problema de la violencia de género haga que todo siga igual, es decir, con
violencia y asesinatos hacia las mujeres. Para el machismo lo único que importa
es mantener los privilegios que, eso sí, disfrutan la mayoría de los hombres, tanto
los maltratadores como los que dicen ser neutrales.
Los machistas actúan en nombre de todos los hombres. Si
quienes no comparten esas posiciones y conductas no se desmarcan de ellos y los
critican, continuarán con los argumentos de ahora y la violencia de siempre. Y
lo seguirán haciendo en nombre de todos los hombres, no en el de cada uno de
los maltratadores.
No hay neutralidad frente a la violencia de género: o se
hace algo para acabar con ella o se está haciendo para que continúe.
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